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2 febrero, 2022 by Columna, Comunicación

Cuando los medios se vuelven a dar un balazo en el pie

 

Por Andrés A. Solis*

Hace unos días la nota de portada en la prensa nacional y en los noticiarios de radio y televisión fue la historia de un bebé, cuyo cuerpo fue hallado al interior de un centro penitenciario en Puebla.

Un hecho relevante, de interés público, claro, que muestra la forma en cómo un cadáver puede ser robado impunemente en un lugar y aparecer a más de cien kilómetros de distancia.

Una historia que muestra además la corrupción que puede deducirse entre personas que laboran en un cementerio público y autoridades de un centro carcelario. Por eso es un hecho importante que debe ser atendido y seguido por periodistas y medios y su seguimiento debe servir para que las autoridades responsables actúen como es su obligación.

Pero… peeeero. Una vez más los medios en ese afán inexplicable de señalar con dedo flamígero y dejar caer la espada de Damocles sobre la autoridad; en esa innecesaria necesidad de volver en juzgado sumario de las malas actuaciones, vuelve a cometer el error de vulnerar los derechos de otras personas y especialmente de niñas y niños.

Si, el periodismo debe denunciar los abusos del poder, la corrupción que ataca a todos los sectores (público, social y privado) y especialmente los delitos y las violaciones a los derechos humanos, pero no por eso puede “llevarse de corbata” a nadie.

El caso del cadáver de un menor encontrado en una cárcel de Puebla, muestra la forma vil y abusiva de medios y periodistas de atentar contra los derechos de la infancia y la dignidad de su familia al haber hecho públicos sus nombres y datos personales.

Siempre será necesario recordar que el derecho a la libertad de expresión no es ni será nunca un derecho ilimitado, es una prerrogativa que tiene sus límites en el resto de derechos humanos.

El menor tenía y tiene derecho a la intimidad, al respeto a su vida privada, al respeto a su propia imagen e identidad, aún y cuando haya fallecido, aún y cuando sólo tenía unos meses de edad.

Su padre, su madre y sus familiares gozan de los mismos derechos y aunque legítimamente decidieron informar sobre los hechos (lo que ayudó a identificar a la víctima), eso no era ninguna autorización tácita para que algunos medios irrumpieran en su vida privada y en su propio luto, en aras de tener una “primicia” con la cual poder lucrar y ganar audiencia y clics.

El periodismo debe denunciar cualquier abuso contra los derechos de las personas, pero bajo ninguna circunstancia puede ser cómplice de abusos contra estas garantías en aras de “conseguir” la nota.

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*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el programa “Periodismo Hoy” que se transmite los martes a las 13:00 hrs., por Radio Educación.

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